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RUTA LITERARIA DE LA CASONA DE TUDANCA

PARADA RAFAEL ALBERTI

Rafael Alberti Merello (1902-1999), poeta y dramaturgo, nació en El Puerto de Santa María (Cádiz). El 27 de abril de 1977, tras treinta y ocho años de exilio regresa por primera vez a España. Sus primeras palabras al descender del avión fueron: "Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta en señal de concordia entre todos los españoles".

Su ya hoy mítica vida está ligada, durante casi un siglo, a los acontecimientos culturales, políticos y sociales más destacados de nuestro país. Desde su filiación al Partido Comunista, su labor en la Alianza de Intelectuales Antifascistas durante la Guerra Civil, su colaboración durante la contienda junto a María Teresa León y otros intelectuales en el salvamento de importantes obras de arte de nuestro patrimonio cultural -"Las Meninas" de Velázquez, "Carlos V" de Tiziano...-, hasta su rica presidencia honoraria con Dolores Ibárruri de las primeras Cortes Democráticas... Todo ello lo convierte en un personaje singular de nuestra historia más reciente.

Rafael Alberti ha llenado con sus versos las páginas más importantes de la poesía contemporánea. Su pertenencia a la mítica Generación del 27 lo liga al grupo de mayor esplendor poético del siglo XX, que él ha ido atravesando con una ética y dignidad ejemplares, reconocida con numerosos premios entre los que destacan el Nacional de Literatura, el Lenin de la Paz, el Nacional de Teatro y el Cervantes de Literatura.

En la edición publicada en España en 1957 de La arboleda perdida, Rafael Alberti recuerda que en 1928 fue invitado, tras una grave crisis personal, por José María Cossío «a pasar unos días en su casona de Tudanca.

Y allí llegué con él, una noche de lluvia, a caballo, alumbrados por un farol, entre arroyos crecidos y golpes de ventisca».

Y como al partir «entregué a Cossío El Alba del Alhelí, ante el ofrecimiento generoso de publicarlo a expensas suyas en su colección libros para amigos...».
Escribe Alberti: «En Tudanca, pueblo apenas de cuarenta casas, vivíamos solos, rodeados de pobres campesinos... La Casona era hermosa. Buena biblioteca, sillones fraileros, chimeneas de campana para el frío, agudo y prolongado allí, en el norte. La solana daba al jardín, un pequeño vergel de flores y frutales».

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Se equivoco la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyo que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyo que el mar era el cielo;
que la noche, la manana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocio;
que la calor; la nevada.
Se equivocaba.
Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.
Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.